Con un ritmo de vida bastante rápido,
en el que la mayoría se queja de ya no tener tiempo para realizar
las actividades diarias, corriendo entre el trabajo, las tareas, los
exámenes, las reuniones, los compromisos, las citas y los amigos,
aparece el estrés.
La Organización Mundial de la Salud
indica que este es "el conjunto de reacciones fisiológicas que
prepara al organismo para la acción".
El estrés es una parte cotidiana de la
vida. De cierta forma actúa como un factor de motivación para
afrontar las diversas tareas diarias y superar los retos que se nos
presentan. Por esto puede decirse que existe un nivel normal y
deseable, pero este nivel crecer llegando a ser potencialmente
perjudicial.
Las causas del estrés pueden ser
diversas. Tanto los sucesos negativos (por ejemplo una enfermedad, un
accidente o la muerte de un ser querido, los cambios y la
incertidumbre) como los positivos (un ascenso laboral, nuevas
responsabilidades) son agentes estresantes. A esto se suman las
condiciones ambientales, el ruido, el smog, la
contaminación y la congestión vehicular.
El trabajo puede provocar efectos
negativos en las personas cuando no se organiza y estructura de
acuerdo a las necesidades y capacidades reales de los encargados de
llevarlo a cabo. El estrés laboral puede deberse a una mala
distribución de trabajo, de modo que algunos empleados están
sobrecargados mientras otros puede llegar a aburrirse. Puede ser
causado además por la incertidumbre cuando se debe hacer algo nuevo,
la preocupación por no perder el empleo, los enfrentamientos y las
relaciones tensas entre compañeros, la incapacidad para realizar un
trabajo por algún tipo de problema físico o mental o porque no se
está realmente bien formado para la tarea asignada, la falta de
comunicación o incluso la falta de autocontrol. Y hay que
considerar también la relación hogar- trabajo y las repercusiones
que puede tener la vida laboral en la familia y viceversa.
Todo esto puede provocar fatiga física
o mental, músculos contraídos, dolor de cabeza, problemas de
espalda o cuello, agotamiento del sistema nervioso, tensión e
irritabilidad, cambios de ánimo, dificultad para concentrarse y
tomar decisiones, disminución de la productividad e insatisfacción
profesional, entre muchos otros síntomas.
Los estudiantes también se ven
afectados por el estrés. Dejar la casa y trasladarse de residencia o
tener que viajar diariamente muchos kilómetros, hacerse cargo de la
economía propia, compartir el lugar de habitación con personas
nuevas o bien vivir sólo, todo a la vez que se atienden las
responsabilidades académicas, las clases, las relaciones personales,
e incluso el trabajo también agrega cierta tensión.
¿Y cómo podemos hacer frente frente a
todas estas situaciones de tensión?
Es necesario tomarse un tiempo para
relajarse y dedicarse a actividades que permitan renovarse física y
psicológicamente: descansar, tomar vacaciones, practicar algún
deporte, caminar, nadar, realizar actividades de ocio. Es necesario
aprender a ser asertivo, a establecer límites, a suspender las
actividades menos prioritarias, y a indicarle al jefe cuando está
pidiendo más de lo que la capacidad de trabajo permite. Mantener
expectativas realistas es también necesario, porque esperar
demasiado de uno mismo o de los demás y exigirse perfección o ser
inflexible con las prioridades puede generar mucha frustración.
Además compartir las emociones con alguien de confianza, conversar y
expresarse es la mejor manera de liberar los sentimientos
acumulados. Y reír con ganas, una buena carcajada puede ser
maravillosa para el estado emocional de una persona.